Referentes Clásicos

En este blog se publican los trabajos de los alumnos que cursan la asignatura Referentes clásicos de las manifestaciones culturales modernas en el IES Misteri d'Elx durante el curso 2014-15

domingo, 8 de mayo de 2016

Corona Borealis

“Era de noche y una resplandeciente luna llena iluminaba el agua del mar, tenía el rostro húmedo por las salpicaduras del agua, se encontraba contemplando a la luna pensando en aquello que había dejado atrás: su madre, su hermana… libre, al fin era libre, ya no tendría que estar encerrada entre los muros de palacio, no, nunca más, viajaría alrededor del mundo como ella siempre había deseado. “Ariadna” escuchó en un leve susurro, y la persona que la llamaba se acercó y le rodeó con los brazos. “Prométeme que nunca me dejaras sola” le dijo ella, “nunca” respondió él. Y ella ingenua le creyó, el amor era lo que le cegaba, nunca había conocido aquella sensación pero aquel viajero le hacía sentir tan viva, tan libre…

Por la mañana conforme se levantó salió a cubierta para contemplar el azulado color del mar. “Teseo, ¿cuánto falta?” le preguntó a su amado. “Poco, ya queda poco” respondió con una leve sonrisa”. Tras un agotador día de viaje llegaron a la isla, “Descansaremos aquí esta noche mientras reparan el barco” dijo Teseo, así que ambos buscaron un suelo liso en el que no hubiese rocas para poder pasar la noche. Fue al abrir los ojos cuando se dio cuenta, estaba sola, pensó en que tal vez había ido a dar un paseo pero tras recorrer la isla vio que ya no estaban ni Teseo ni la embarcación; pensó en que quizás la habían olvidado pero fue entonces cuando cayó en que no volverían a por ella. Se encontraba completamente sola en una isla de la que no sabía cómo salir. Encerrada de nuevo pero en un gran masa de tierra, en lugar del palacio. ¡Ingenua! ¡Pobre Ariadna! ¿Cómo se le había ocurrido creer que podía confiar en un hombre al que apenas conocía? ¿Qué sería de ella ahora? Ante tal impotencia no pudo hacer más que romper a llorar desesperadamente. 

Mientras tanto la diosa más hermosa, Afrodita, que desde el Olimpo veía su desconsuelo y su amargo clamor, se compadeció del infortunio Ariadna y partió hacia Naxos donde enjugó lágrimas de la princesa tiernamente. “Este llanto y esta tristeza cesarán porque tendrás un esposo inmortal” le dijo con un dulce tono, pues la diosa ya sabía que Dionisio se dirigía hacia las playas de la isla, y estaba dispuesta a que él se enamorara de Ariadna.

Pronto el dios desembarcó en Naxos, y por la influencia de la gran diosa de la belleza en cuanto vio a Ariadna quedó completa y locamente enamorado de ella. Pero, lo mismo sucedió con la joven princesa, que al ver las rosadas mejillas del dios y su blanca piel quedó prendada de él. Y entre las primeras palabras que le dirigió el dios, expresó su deseo de desposarse con ella. La princesa rebosante de felicidad al ver que la promesa de la diosa Afrodita había cumplido y al ver una oportunidad para rehacer su vida y no volver a estar sola accedió. “Toma” dijo él mientras le entregaba un lujoso regalo de bodas, era una corona de oro incrustada de piedras preciosas, “una corona hermosa para una dama hermosa” dijo y seguidamente le besó en la mejilla cual joven enamorado.

Tras unos preciosos y felices años de matrimonio en los que ambos estaban perdidamente enamorados, tras haber tenido unos hijos maravillosos, sus vidas se truncarían porque la princesa Ariadna envejecía, y ambos sabían que moriría. “Dioniso, voy a morir, debes aceptarlo” decía ella aunque él no lo aceptaba. Por lo que Dioniso empeñado en mantener viva de algún modo a su amada esposa, lanzó su corona hacía el cielo y sus brillantes piedras se convirtieron en estrellas, formando así una constelación que llegó a ser conocida como Corona borealis. Y allí quedó Ariadna, fijada  para toda la eternidad en lo alto del firmamento a modo de demostración del inmenso amor de Dioniso hacia la bella princesa cretense.”

–¿Qué? ¿Os ha gustado la historia? -decía Dioniso.

–¡Sí! –respondían Enopión y Pepareto al mismo tiempo.
–La echo de menos. -dijo Estásfilo y después soltó un leve suspiro.
–Cuéntanos más historias. -dijo Toante.
–Mejor, otro día que ya es tarde y es hora de descansar. -Respondió el padre. ­­ 

2 comentarios:

  1. Muy buen relato, señorita Andrómeda, y hace usted gala de cierta erudición al nombrar a los hijos que, según Apolodoro, tuvieron Dioniso y Ariadna. Corrija no obstante algunas erratas y faltas de ortografía que afean un poco su texto. Le señalo uno de los errores más llamativos: "en el que no hubiesen rocas".
    Por otra parte, le recuerdo que hay que ilustrar el relato con una imagen.

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