(© Κυνόσουρα)
¿Se
debería regular de algún modo la investigación en torno al genoma humano? ¿Por quién debe ser regulado?
El Proyecto G también conocido como
Proyecto del genoma humano surgió en
1990 y en él intervinieron varias instituciones y países. Su objetivo era el de localizar, identificar y
definir la totalidad de los genes de la especie humana.
A pesar de que el conocimiento sobre el
genoma humano aporta numerosos beneficios al hombre,
sobre todo en relación con la lucha contra enfermedades, los riesgos son también
numerosos. Los conocimientos sobre el genoma humano pueden acrecentar el poder
destructivo de hombre mediante la creación de nuevas armas biológicas. La biotecnología actual puede llegar a
prometer la creación de seres bellos, perfectos en su especie, felices, humanos
e incluso serviciales al hombre. Además, desde
el punto de vista político, algunos advierten del peligro de un posible control
genético de las poblaciones.
Por tanto, la
respuesta es afirmativa.
Quizá esto último no lo tuvieron en cuenta
los investigadores en 2003.
Claro, estaban
tan inmersos sus costosas investigaciones con el objetivo de avanzar y ayudar a la humanidad
que no cayeron en ese pequeñísimo detalle que acabó con nuestro mundo tal y como lo conocíamos: el ansia de poder".
Mi nombre es Andward, allí de dónde soy era conocido como 54. Diréis “eso no es un nombre”, bueno, es cierto,
no lo es, pero era el mío. Os explicaré por qué y de dónde vengo.
Mi
planeta era Glikvur. Un planeta un tanto diferente al tuyo, árido, seco y cálido. Allí la gente vivía en paz cada
uno inmerso en la cotidianidad de su vida pero todo eso cambió con el Proyecto G. Dicho Proyecto puso fin a nuestro querido sistema republicano. Debido a la avidez y al afán de poder por parte de ciertos políticos se produjo un golpe de Estado implantándose así la más dura de las tiranías. Desde aquel instante la población vivía con miedo, aquel que no obedecía era sometido y reprimido de la forma más cruenta e inhumana inimaginable. ¿Cómo lo hacían?
Veréis,
allí existían unos laboratorios especializados dedicados a la investigación y a la búsqueda de una posible solución a los problemas de las enfermedades de los hombres, los Laboratorios Pro. En uno de estos se encontraba mi creador, Zenth, un
incansable investigador que solo vivía para trabajar en busca de la ansiada respuesta. Mediante la eugenesia, la ingeniería genética, buscaba
mejorar las especies ya existentes y crear una raza fuerte e inmune a las
enfermedades y a la muerte.
Tras
años de experimentos con sujetos fallidos estuvo a punto de rendirse cuando
halló la forma de dar vida a seres que aún no la poseían, cuerpos inertes que
serían un hogar adecuado para las almas, la vida, de la que nos dotaría.
Yo fui el sujeto satisfactorio, el paciente número 54.
El
problema estaba en que el propósito de “los que dirigían el cotarro” según decía él, cambió con la implantación de la tiranía. Pasó
de ser ayudar a la raza humana a hacer
de nosotros, los "sujetos exitosos", un arma para los poderosos gobiernos que
querían ser los más fuertes de nuestro mundo. Buscaban un ejército no una cura
para los males. Claro, el creador Zenth hizo todo lo posible por ocultar las fórmulas del Proyecto G ya que no apoyaba
su causa por eso lo mataron.
No
pretendo contar la historia con todo lujo de detalles. Tan solo explicaré lo
estrictamente necesario para transmitir mi mensaje.
-¡Corre!
Eso
fue lo último que me dijo. Me entregó los papeles del Proyecto en
una mochila vieja, lo hizo con
brusquedad y me mandó huir, esconderme y destruir todos los papeles. Detrás de
mí venían los guardias, me perseguían, querían los papeles. Yo no podía dejar
que aquello por lo que había dado la vida mi creador cayese en malas manos así
que corrí. Me seguían pero después de un rato los despisté, demasiado lentos para mí con sus organismos inalterados.
Al fin y al cabo, ¿qué querían? Ya tenían
su ejército, miles de supersoldados sumisos a cada orden que diese el general,
miles de sujetos con su propio chip
implantado para asegurar la no sublevación al poder establecido.
Pasadas unas horas llegué a un poblado no
muy lejano en el que me
sentía perdido y desconcertado, ése no era el hogar que yo había conocido. Allí conocí a Ilora. Resultó ser
hija de un comerciante de piezas de diversas máquinas como robots, coches,
naves, láseres…
-¿Cómo te llamas?
-54.
-Eso no es un nombre. Venga alguno
tendrás. ¿Einer? ¿Iron? Wegard?
-No tengo nombre. Mi creador no me puso
uno.
-¡Ya está! Te llamaré Andward.
Con los días, las semanas que transcurrían
hicimos amistad. Le conté lo sucedido y me preguntó por qué no había destruido
los papeles aún.
-No lo sé.
Esa fue mi respuesta. Me dijo que conocía
a un hombre que se llamaba Ginnar y que quizá podría ayudarme, era un
científico jubilado que se dedicaba a experimentar en el garaje de su casa. No
sabía qué clase de ayuda podría darme pero cualquiera era bienvenida.
Fuimos
en su busca y de camino tuvimos varios encontronazos con guardias de los
Laboratorios Pro pero conseguimos despistarlos gracias al extenso conocimiento
que tenía Ilora de los más recónditos lugares del pueblo.
Llegamos
a nuestro destino. El Dr. Ginnar se interesó en el Proyecto de inmediato pero
su conciencia le decía que no debía ayudarnos porque eso le acarrearía serios
problemas. Finalmente accedió.
Pasamos
meses urdiendo diferentes planes que al final acabaron siendo bolas arrugadas
de papel en la basura. Nuestro objetivo era destruir los chips implantados en la nuca de cada sujeto que ya no era capaz de pensar
por sí mismo sino que se veía obligado a actuar conforme a las órdenes de un
tirano violento que buscaba someter a las otras naciones.
Finalmente
elaboramos un plan para introducirnos en las instalaciones y destruir el
archivo del Ordenador Central acabando así con el problema desde la raíz. Lo
haríamos con un virus introducido con una memoria USB. Sencillo y eficaz. Solo
faltaba ponerlo en práctica.
Llegó
el día. Conseguimos entrar y engañar al sistema de seguridad. O, al menos, eso
pensábamos. En tan solo unos minutos nos encontramos rodeados por los por
entonces lacayos y su general en la sala del Ordenador Central. Nos sujetaron e intentamos oponer resistencia
pero obviamente era imposible. Eran fuertes y cumplían órdenes. Ilora intentaba
persuadirlos en vano, gritaba pero no la oían, solo escuchaban a su “pastor”.
Nos encerraron en habitaciones separadas y nos golpeaban y
amenazaban para que dijésemos dónde estaban los papeles del Proyecto G.
Ginnar
acabó cantando. Nos desataron y nos volvieron a reunir.
-Lo siento, lo siento...
Eso
era lo único que repetía una y otra vez.
-Amenazaron con hacer daño a mi familia.
Intentaba
excusarse.
-No puedo perder a nadie más. ¡La tienen aquí! –decía llorando.
Ginnar
ya había perdido a su mujer y a una hija por una grave enfermedad ocasionada
por el Virus Z que afectaba a los órganos vitales del cuerpo. Solo le quedaba
su pequeña nieta Zafira. No lo hizo con mala intención, vi la tristeza en sus
ojos el miedo que desprendía su rostro.
-Nos
iban a matar. Era lo más lógico concebible.
Nos
trasladaban a un lugar adecuado done hacerlo cuando Ilora consiguió soltarse y
huir.
Centrados
en ella aproveché a soltarme y correr en la dirección opuesta. A mí también me
seguían. Peor yo era más rápido, mucho más. Entré en la sala de control, dejé inconsciente al guardia que estaba
allí y cerré todas las puertas de acceso que conducían a la sala en la que
estaba. Desde ahí podía controlarlo todo. Comprobé las cámaras y vi que Ilora
estaba llegando al Ordenador Central. “¿Será que el virus todavía está en sus manos?” pensé. Supuse
que sí y en cuanto entró bloqueé las puertas de acceso al Ordenador Central.
Ilora
introdujo la memoria con el virus en el puerto USB y solo faltaba esperar.
Fácil decirlo pero no teníamos tiempo. En cualquier momento desbloquearían las
puertas y nos atraparían a los dos. Y esta vez no tendríamos escapatoria.
Los
segundos transcurrían lentamente. Cada vez que pasaba uno estábamos un segundo
más cerca de la muerte. Lo sabíamos y lo teníamos muy presente.
29%,
37%, 52%, 64%... Se hacía eterno. Impacientes y deseosos de que marcase ya el 100%
observábamos como avanzaba la barra del progreso. 77%, 81%, 83%, 86%... A medida que se acercaba el final el proceso
se ralentizaba. ¡Qué oportuno, vaya!
Golpes
se oían contra la puerta, pitiditos que advertían de que iba a abrirse
enseguida…
-¡Venga! –gritaba Ilora al monitor desesperada.
El
sudor resbalaba por su frente.
Se
abrieron las puertas. La cogieron. También entraron en la sala de control, por tanto, también me
cogieron.
-¡No!
¡Soltadme! ¡No sabéis lo qué hacéis!
Gritaba
con todas sus fuerzas y oponía resistencia tanta que tuvo que acercarse uno a
ayudar al guardia que tiraba de ella.
“Proceso completado”.
Nuestra
salvación. Había tardado pero lo habíamos conseguido. Inmediatamente los
hombres que la sujetaban la soltaron y los que me retenían hicieron lo mismo.
Una
vez recuperada la conciencia los supersoldados que eran las piezas del tablero
de ajedrez del capitán se rebelaron contra él. Otorgada la libertad decidieron
que no querían ser máquinas de guerra descerebradas. Yo se la
había entregado, más bien, nosotros, Ilora y yo, lo habíamos hecho.
Diréis "¿Y qué pasó con el tirano?". Pues bien, estos supersoldados libres al despertar de su 'sueño' y conocer la realidad se hicieron cargo de él restableciendo el sistema existente cuando el pueblo vivía en paz.
Al fin toda la pesadilla había acabado. Se
había puesto fin a la Era de Guerra comenzada por los tiranos que buscaban
acaparar el poder y utilizarlo para su propio provecho individual sin tener en
cuenta a quien pisasen para alcanzar su objetivo.